jueves, 18 de julio de 2019

Epistolario


20 de julio, por la tarde.
Aún a consciencia de que existe una línea, no sería yo si no me explayara. Ya sabés que no puedo luchar contra eso de las notas extensas.
La botella de Scotch es a modo de agradecimiento (algo así como un gesto de carácter institucional). Al momento, no tuve ocasión de decirlo, así que aprovecho la misiva para eso. Gracias por haber confiado en mí para el puesto. La Jefatura de Residentes implica un gran desafío y creo que tengo el conocimiento y la edad para desempeñarla con el mayor éxito. Sé que diste buenas referencias mías dentro del hospital. No sigo sobre este punto.

Los chocolates vienen a pedido (igual pensaba comprarlos). La frazadita de Edelweiss, porque me recuerda a algún Ernesto, quien me encomendó una hace bastante tiempo. Era mi primer año de residencia: largas noches de insomnio, timbres como chicharras y madrugadas de café entre cabezas que cedían a la fuerza de gravedad. ¿Te acordás? Vos financiaste mi viaje para que asistiera al congreso en Berlín de Endosonograía 3D, con la sola condición de que te llevara la manta de la aerolínea. No sé qué habría de especial en eso. Traje el par.

El contenido del sobre, por último, ya te dije que viene de Cambridge. El laboratorio de la universidad tenía una caja con papers de la década del 90. Vi tu nombre en uno con un sello de “Confidencialidad”. Casi me da un síncope.

El jefe del laboratorio (un bioquímico entrado en canas, que se sometió a mis preguntas por casi tres horas) me explicó de qué se trata y pensé “Puede ser”. Te confieso que me dio tanto miedo hacerme de ese documento (robarlo fue una osadía), que te lo adelanté por WhatsApp apenas llegué al hotel. Imagino que sabrás mejor que yo cuando lo veas, qué es.

Baste con mirarte a los ojos.

Alguna Claudia


2 de agosto, en la mañana.
Todas las mujeres llevan tu nombre, Claudia. Todas miran y respiran, y viven como versiones de Claudia.
Hacía bastante que no sabía nada de vos y lo entiendo. Solo, que estabas a miles de kilómetros de distancia (en sentido literal y figurado).
Volveremos a los informes, a las fichas, a los tecnicismos, a ese Ernesto y a esa Claudia, que también somos -sin ser- nosotros.
Voté por que te dieran el puesto en el directorio. ¿Cómo no hacerlo? Desde hace años que apuesto por tu crecimiento. Sé que vas a llegar lejos (más que yo). Y, sí Dios quiere, tendré vida para verlo.
Me encantaría saber que estás feliz o, al menos, que estás bien. Aunque me conforma saber que estás, como siempre, en algún pasillo de este frío piso de hospital. Te imagino  entonando alguna cancioncita, con tu suéter gris de cuello volcado, debajo del delantal (que nunca llega lo suficientemente planchado, por cierto). Estarás atendiendo a cien mil pacientes en consulta, rascándote la coronilla de nervios. ¡Ese gesto te es tan propio!
Quizá, puede que estés algo harta, deseando que sea la hora de llegar a tu casa para ver a tu hija.
Pensé un poco (no tanto) en vos en tu ausencia. Traté de que no me invadiera el gran temor de siempre: perderte, una y definitivamente. Ese miedo, Claudia, que es estar sin vos (sin hablarnos). Ya ves, apenas pude con eso.
Gracias por el documento. Esa investigación sigue siendo de incalculable valía, aún después de todos estos años. El gesto de haberme devuelto ese legado, salda cualquier deuda que haya quedado entre nosotros. Incluso, la de tu matrimonio.
El contenido del paper continúa siendo de absoluta confidencialidad. Y lo será hasta 90 años de transcurrida mi muerte. Así lo expresa la declaración conjunta que firmé con el Dr. Dieter Möller, mi director de postgrado por aquellos años, y a quien debo gran parte de los hallazgos de mi tesis doctoral.
Sin su apoyo académico y financiero, no hubiera logrado esos avances, que se volvieron vitales en el campo de la medicina paliativa, y que trajeron tanta dicha y desventura a mi vida personal.
Gracias por el scotch, ojalá podamos compartir un trago una de estas noches. Y, gracias por la frazadita.

No me baste con mirarte.
Un Ernesto

P.D: Pequeña, tan hermosa has sido y tan ingenua... La encomienda de la cobija fue una excusa para que, siquiera por unos instantes, me recordaras.


20 de septiembre, por la noche.
Leí tu nota cientos de veces. Estas palabras de afecto, Ernesto, resuenan dentro mío con la fuerza de la vida. Al leerlas me pareció verte, otra vez, como si vinieran a rescatar parte del cariño que alguna vez nos tuvimos; como si vinieran a romper el muro de temor que levantamos para no vernos el uno al otro, y que creí, como tantas veces, definitivo.
Es probable que durante este tiempo hayamos sido, quizá, unas versiones horribles (cuasi monstruosas) de nosotros mismos. No supe ser mejor, no encontré cómo.
Tal vez, nos quede una forma más auténtica, más genuina, una posibilidad de redimirnos que aún no hayamos explorado.
Supongo, que lo que quiero decir es que podés contar conmigo siempre y que es suficiente con unas palabras honestas para que no quiera, tampoco, perderte del todo.
Estuve trabajando (obsesionada) en una nueva hipótesis que refuerza varios postulados del Dr. Möller.
Lo que no consigo explicarme es por qué el equipo de Hoffman no indagó sobre éstas directrices. Presiento que voy detrás de pistas que hace años desifraste; presiento, también, que conservás las respuestas a ocultas, por una razón más poderosa y pura que la del amor a la ciencia médica y mucho más contundente que el peso de las siete letras de tu nombre.
Adjunto mis anotaciones preliminares (contienen algo de ingenio) sobre los diversos estudios relacionados en el lapso de los últimos tres meses.
Con entrañable afecto.
Alguna Claudia.


4 de noviembre, a la madrugada.
Tus argumentos me parecieron sólidos, pero insuficientes. Los pacientes analizados para la prueba tipo A, dentro del grupo ZO, fueron aquellos cuyos sistemas linfáticos presentaron alteraciones en un rango del 75 por ciento. Además, quienes se expusieron a rayos (prueba tipo A, grupo HT) mostraron cambios positivos en sus linfocitos T, pero un rápido deterioro, luego de la primera fase del tratamiento. Por este motivo, el Dr. Till planteó el caso Helmann en el Comité de Ética de la Heidelberg.
Mañana vuelo a Berlín. A Dieter le quedan horas. Steven, su hijo mayor, me  telefoneó anoche para darme el parte. 
Con profundo pesar, tengo que admitir que es momento, Claudia, de decir "Adiós" a este gran colega, amigo y maestro.
Te quiere siempre.
Un Ernesto.



martes, 9 de julio de 2019

Una sirena

De sal y arena
Canta una sirena
Una melodía triste,
De amores.

Lágrimas de flores
La vi llorar, serena, 
Sus versos como penas
De colores.

martes, 2 de julio de 2019

Reír sobre tus pies

Todas las flores que en otras tierras crecen
un verano que no me pertenece:
Los idiomas, los enigmas
Un paisaje verde y celeste
Y en el silvestre aroma de la fruta
Una y otra vez
Bailar sobre tus pies
Reír sobre tus pies.