domingo, 24 de mayo de 2020

La nena frente al espejo

Pobrecita, pobre chiquita frente al espejo. Seguí acariciándote despacio la cabecita, pero no llores. 
El gato de la vecina no vino a visitarte. Hace días que no aparece. Lo extrañás, sí. Pero vos sos grande y tenés que ser fuerte, ¡Ya tenés 7! No, no llores. Tu mamá te dijo que nadie valía una lágrima tuya, ¿te acordás? Cuando el gato mire esta noche a la luna, seguro que también va a pensar en vos. 
Pobrecita, la nena. Tu mamá también está triste. Se le nota, pero cuando le preguntás qué le pasa cambia de tema, pero te das cuenta. Se hace la que no le pasa nada, sonríe y te habla del gato: y que si sabés cómo se llama, y que qué lindas que son las manchitas blancas que tiene en la trompa, y que qué pasará que hace rato que no lo ve, y que si le dejaste comidita en la ventana. Por eso, llorás en el baño, solita, para que nadie te vea; porque el gato se fue, te abandonó. ¡Qué tu mamá no se entere que estás así por ese gato de porquería! 
Cuando papá toque el timbre el domingo, cuando papá venga a buscarte (ojalá que esta vez cumpla y no prefiera quedarse con esa tetona de dientes horribles), podés pedirle que te regale un gato.