Vos no sabés… ¡No te imaginás lo amarreta que es mi tía! Te estoy hablando de la persona más avara que conozco. Por ejemplo, el otro día vamos a tomar un café, ahí a La Biela, y cuando pago (yo, porque ella jamás saca la billetera) me dice: “¿Toda esa propina vas a dejar?”. Eran diez pesos, ¿entendés?, ¡Diez pesos, que estaba dándole al mozo! Bueno, al rato vamos a su casa porque había encontrado unos trajes del tío Pepe guardados no sé dónde, y me los quería dar. ¿Qué se yo?
Para que te des una idea, un petit
hotel en Barrio Norte, tipo el de María Julia, algo así es la casa de mi tía. O
sea, es millonaria en serio, ¿me seguís? Entrás, ves todo reluciente: la
escalera de mármol de carrara, las arañas de cristal de bacará, los pisos de
roble de Eslavonia lustrados, la boiserie divina, todo hiper cajetilla, del tiempo
del Ñaupa, entrás y te sentís Alain Delon, las mucamas con los delantales
impecables, y la vieja las tiene cagando. ¡Cagando! Les paga dos mangos, les
hace lavar los platos con jabón en pan para no comprar detergente. En invierno se
congelan porque no quiere prender la calefacción para no gastar gas, en verano
se mueren de calor, viven a oscuras… ¡Una vergüenza!
Y es así con todo el mundo, de la
Virgen del codo. ¡No te imaginás qué rata! Enjuaga la botella de shampoo por si
queda algo en el fondo, para no desperdiciar. Si le pedís un té, te da un
saquito usado. Eso sí, en las tazas inglesas, ¡eh! No tiene ningún problema, bien
miserable.
¿Qué te estaba diciendo? Ah, sí: que me quería dar los trajes. Bueno, abro la valija llena de polvo, un asco, los trajes todos roídos, apolillados, un trapo. Tía, están hechos pelota. Dejalos ahí. Dejalos, que alguien los va a querer. En fin, después de eso me llama mi mujer para decirme que pase a comprar un regalo porque había que llevar al Nico a un cumpleaños. Acá en la esquina tenés un chino. ¿Pero qué querés, tía, que le lleve un paquete de arroz, al pibe? ¡Tengo que ir a una juguetearía! Por eso nunca tenés un mango, porque siempre estás gastando en cosas innecesarias.
Noooooo. ¡Es que yo le tengo una paciencia, una paciencia le tengo a mi tía! Y bue, te tengo que dejar que se me hace tarde. Me voy rajando a la escribanía, porque viste que el departamento no es mío, es de la tía. Me lo presta. Va, me lo prestaba. Ahora, me lo regala.