lunes, 29 de abril de 2019

Los muebles, ¿de paro?

Hasta el momento se desconoce si los muebles irán o no a un paro, una medida radical que de ser aplicada sentaría precedente en la historia de la vivienda.
Desde ayer, el mobiliario está convocado a una mesa de diálogo. Informaron desde fuentes oficiales, que la postura que adopten se hará pública hoy a las 17 horas.
Según trascendió, varios enseres se habrían retirado del claustro sin acuerdo, a causa de al menos dos disidencias dentro del mismo living. “Es una estrategia para tomar la sartén por el mango. Están generando un cuadro proclive a polarizar el espacio”, manifestó la biblioteca. 
“Hay demandas insatisfechas que son históricas - expresó la lámpara en recientes declaraciones radiales - Lo que reclamamos es lo justo. Nada más. Hay una clara operación que armaron sectores afines a intereses extranjeros, los que toman el té, para ganar mejores condiciones habitacionales. Nos cansamos de maniobras oscuras”, agregó la líder sindical en medio de un clima de alta tensión. 
En esa línea, el sillón exigió medidas urgentes: “Hay que llamar a una movilización de las bases”. A decir por boca de jarro, “Especula que sin patas que sirvan de apoyo, la desestabilización sea total”.
Por su parte, el aparador, con vocación dialoguista y ubicado al otro extremo, estaría dispuesto a negociar: “La tetera de porcelana es parte del inventario de la casa. Si bien pertenece al comedor, no nos es ajena.”, afirmó. 
Lo cierto, es que el living y el comedor son el escenario de un conflicto en escalada, que tiene lugar desde al menos sesenta años. Hasta hoy, el problema continúa sin un marco propicio que ponga fin al pleito, y el estallido de tazas torna virulenta la dinámica entre los bandos. 
En cuestión de minutos el reloj marcará el término. Entonces sabremos si se va a dar resolución al descontento - que se habría generado por el trato favorable que vendrían recibiendo los miembros de la vajilla, desde hace casi seis décadas-, a raíz de la importancia que alcanzó el tema en el que fuera el departamento de la autora María Elena Walsh.
Seguiremos informando desde la cocina para “El destape de la olla”. 

lunes, 22 de abril de 2019

En las orillas

Yo conozco los secretos
que tu corazón guarda
como un tesoro escondido
a orillas de un océano sin calma;
en playas de tempestuosos mares
en las arenas del oleaje
más bravo y más oscuro,
de gente, de libros, de nostalgia.

miércoles, 17 de abril de 2019

Un verso

Sin embargo, triste. 
Mientras tanto, alegre. 
Los jazmines dan flores
que nacen y mueren. 
Mientras tanto, todo.
Sin embargo, nada. 
Los jazmines de hoy
se marchitan mañana. 

lunes, 15 de abril de 2019

Reflexiones de un domingo al medio día

La espera es una piedra. Una piedra en el zapato. Esto es una verdad universal, absoluta e irrefutable como la certeza de la muerte, que es la mayor de las esperas. Por eso, odiamos la espera: ¡esperar es la muerte!
Incluso, lo es para las embarazadas, quienes están en la “dulce espera”. Porque convengamos que lo de “dulce” no es más que un eufemismo, que significa un trimestre de malestar asegurado por náuseas, mareos y vómitos. De “dulce”, nada. Tal vez, en algún momento terminemos con tanta hipocresía y podamos decir la verdad del embarazo: ¡que es la “ácida espera”! O para ser usuales con la sintaxis, la “espera ácida”.
Como sea, la espera es una piedra. ¿A quién no le fastidian esas colas agónicas e interminables en el banco? ¿O qué persona no detesta las antesalas sempiternas del consultorio médico?
En ocasiones, la espera se resuelve - porque, ciertamente, es un problema - con mayor o menor ingenio, según cada cuál y sus preferencias: hay quienes leen el diario, juegan con el celular, whatsappean o entablan conversaciones profundas y ocasionales con desconocidos. Esto es lo que pasa, por ejemplo, cuando una mujer se acomoda en el asiento trasero de un taxi y en el transcurso de 10 cuadras, le cuenta al conductor acerca de la infidelidad de su esposo, del acoso de su jefe y del romance que mantiene con el arquitecto que está refaccionando su cocina.
Es cierto que no siempre se tiene éxito con eso de distraer a la espera, que - ya dijimos - es la mismísima muerte. Pensemos, por caso, en las demoras para comer, con niños hambrientos e inquietos, preguntando “¿Cuánto falta?” ¡Como si uno tuviera margen de acción frente a los 267 nombres que anteceden al propio en la lista de quien le asignará una mesa, el domingo al medio día!
Y, por supuesto, ¿qué decir del tránsito? Ahí, cuando ni siquiera hay espacio para la lucha titánica que se libra entre los automovilistas, es cuando se quiere, por fin, patear el tablero:

¡Noooooooo. Mirá el quilombo que es esto! ¡Me quiero morir!

Es verdad: uno moriría con gusto. Pero no puede. Entonces, enciende la radio con una mínima esperanza de que se alineen los planetas y se libere el tramo. ¿Y qué pasa? Piquetes, cortes y accidentes, se suman a autopistas y vías de circulación, ya colapsadas. Un drama.
Y, sí. La espera es la muerte. Por eso, voy a utilizar este texto (que sin saberlo se convirtió en una diatriba) para decirle a usted, doña, - sí, a usted le hablo, Señora de la Guadaña- que es muy injusto lo que hace. ¿Acaso, le parece bien que tengamos que esperarla la vida entera? Quizá, sería más lógico coordinar una cita, con fecha y horario estipulados, para darle así un punto final a la angustiosa existencia del ser.