miércoles, 18 de noviembre de 2015

A Bárbara

Desde antes
Te quería.
Cuando no 
Existía en
El mundo 
Otro costado.
Antes de 
Conocer
La virtud y
El pecado
Te quería.
Antes de resignar
Todo bien,
Cualquier mal;
Antes de padecer
De obedecer,
De cuestionar
El concepto
De moral
Te quería.
Quizá, entonces,
De una forma
Instintiva, natural,
Prístina, pura,
Primitiva.
Te sentía
Arrolladora,
Bárbara, brutal 
Imponente, 
Racional.
¡Cómo latías,
Con qué fuerza 
Te expandías
En ese vendaval!
¡Cómo te movías!
Y yo, que 
Lo percibía 
Desde entonces,
Te quería.
Recuerdo ese
Verano: sólo
Tristeza cabía
En aquel banco
- Ya lo dije-.
Sólo tristeza
Hubo antes 
De ese día.
Y, después,
Algo fue blanco.
Al menos, hubo
Alegrías. Mirarte,
Ver en el espejo
El reflejo de la vida.
Acurrucada, arrullada,
Protegida, a salvo
De todo daño;
Como algo propio
Y ajeno, - quizá,
Más mío que
Extraño- 
En cada universo 
Que nacía
Te recibía.
En cada promesa
Te bendecía.
Incluso, más allá
De las palabras
Te quería.
Cuando no había
Verdades que negociar,
Cuando no entendía
Por qué tantas 
Veces fuimos tres,
Por qué una 
Y otra vez
La misma algarabía.
Veintiséis primaveras
Pasaron. Ochenta y cuatro
Estaciones. Apenas, 
Un suspiro, apenas eso: 
Algunas risas, algunas 
Penas, algunas emociones.
¿Quién diría?
¡Veintiséis flores
En tus balcones,
Hermana mía!
Veintiséis flores
Y desde el brote
Ya te quería.

No hay comentarios:

Publicar un comentario