viernes, 22 de marzo de 2019

La razón

Cariño mío, espero que sepas disculpar, pero voy a tomarme la licencia de llamarte así en esta nota. Llueve y siento tristeza, aunque mañana vayamos a vernos y eso me haga tremendamente feliz. “Feliz”porque te quiero y este cariño me llena de una energía vital y creativa que es arrolladora. Y también, claro, me hace sonreír de una forma estúpida e inmensa (como hacía décadas que no me sucedía). ¡Qué boba! ¿No?
“Tremendamente”, además, porque perdí la cabeza por quererte. Y no es sensato andar (a mi edad), degollada por ahí, detrás de una pasión.
Creo que podríamos haber sido (quizá, lo fuimos) dos personajes memorables de un romance al mejor estilo Hollywood. Inolvidables. Ya sabés: él, un sexagenario con formato old school; ella, un torbellino anímico, pícara y (todavía) algo sexy. Ambos tenemos esos condimentos y esta es un historia adorable.
Adorable y compleja. Tanto que cuesta ponerle un punto final. Pero llegó el momento de tomar coraje y decir “adiós”. Es hora. Es difícil, pero necesario por motivos que son obvios.
No sé hacia a dónde iré a buscar nuevas emociones. En el peor de los escenarios, me esperará una vejez larga y aburrida. En ese caso, me conformaré con que Netflix actualice su programación de vez en cuando. Sino, ¡claro que tengo un plan B!: cursos o seminarios de floricultura, tapiz, arte en cerámica o cualquier cosa que llene las tardes vacías. A propósito de talleres, aprendí a hacer el punto cruz en mi clase del martes. ¡Si vieras qué lindo está quedando el suéter que le estoy tejiendo a María!
Quizá, con algo de suerte, Dios me bendiga con nietos que llenen mi casa de risas y pegotes de caramelo. Eso sería un entretenimiento ininterrumpido por al menos una década, pero un poco más costoso que el arancel de Netflix. De cualquier manera, es mi mayor deseo: vivir los años de vida que me queden rodeada del afecto de la familia que construí. Pasé mucho. Sufrí. Me esforcé más de 30 años para que eso suceda. María, Facundo y Marcos son la razón de mi existencia. No tengo otra.
Me casé con un buen hombre, un hombre que me ama y con quien compartí una vida con muchos momentos de felicidad y alegría. No voy a mentirte (ni quiero).
No te preocupes por mí. Voy a estar bien. Incluso, dentro de un tiempo voy a reírme de nosotros y de las tonterías que nos dijimos a lo largo de estos meses, y voy a recordarte con una sonrisa abierta y linda (¿Vos dirías: “Con cara de mucha sonrisa”?). Espero que también lo hagas. Y si un día nos cruzamos, cuando haya pasado el anhelo ferviente de encontrarnos en una esquina, acercate a saludarme.
Sabés que te quiero y que te quise.
Con la fuerza de mi corazón.

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